miércoles, 21 de octubre de 2009

Rafael del Naranco

"Siempre es fácil matar al mensajero. El reportero o la reportera sólo llevan, tan liviano como un suspiro, bolígrafo, papel, grabador o cámara. Y ahí se alza, en medio de la trifulca, exponiendo la vida por una misión muy por encima de sus propias fuerzas de hombre o mujer común, aunque no lo sea, pues al final tiene la irresponsabilidad de un loco, la templanza de un cuerdo, la valentía del deber por encima del propio miedo, y esa ingenuidad de creer que vale la pena jugarse la existencia por algo tan poco definido como el derecho a informar.

Y todo, a cuenta de agitarse en la sangre una efusión incontrolada deseosa de indagar la verdad, aún a sabiendas de ser siempre ella la primera víctima de los bárbaros de la intolerancia".

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