domingo, 27 de septiembre de 2009

V I N I L O y Casete

En mi casa aún existían los pick ups cuando empecé a dar mis pasos en el mundo. Amontonando polvo y a modo de bilbioteca o mesa, esos reductos del pasado me causaban fascinación. 
Extrañaba, así soy, una época que ni siquiera había vivido, y de la cual estaba separada por años de realidad cotidiana y tecnología.
Cuando crecí y estaba en el liceo, grababa mis canciones favoritas en casetes. Apenas me percaté cuándo comencé a comprar CD's, cuándo empecé a querer un celular, cuándo la vida se me convirtió en un efímero enviar y recibir mensajes.
Los teléfonos grandes del principio, los primeros Nokia, se fueron volviendo compactos. Atrás dejé la pantallita azul, comencé a tomar fotos, a grabar videos. 
Me vi envuelta en la fiebre de vivir para Facebook, de recurrir a Twitter, de saberlo todo, instantáneamente.
Entonces veo quisiera regresar a la época en que era "inlocalizable", en la que nadie andaba con un celular todo el día, en que las fotos se revelaban por rollos y se guardaban en albums olorosos a naftalina.
Regresar al mundo en que había que ponerse a desenrollar casetes que luego sonaban como un borracho de ultratumba. Regresar a lo orgánico, a lo sencillo. Al mundo donde hay olores, a ese que está lleno de historias para contar, incluso a ese que jamás vivimos, como el mundo de las vitrolas.